En un mismo paisaje suizo, solamente con girar la cabeza, podemos descubrir en una ladera escarpada, orientada al sur, un viñedo cultivado en bancales para salvar el desnivel; en la parte alta de esas mismas laderas, un prado verde radiante con vacas paciendo; y en el fondo del valle o a media ladera serpenteando o, tal vez, cruzando una montaña a través de un túnel, un tren con ventanas hasta el techo integrado en el panorama. Sensacional.
Si no hay cacao…
¿Por qué el chocolate suizo es de los mejores del mundo? Se debe a la buena calidad de aquellas vacas, porque su alimento es exuberante y puro; la hierba de aquellos prados alpinos permanece siempre verde y rica. El quiz de la cuestión es que la leche, complemento fundamental del chocolate, es de altísima calidad. Por eso mismo, los productos lácteos suizos son excelentes, quizás los mejores. ¡Qué buena leche! Los quesos, la propia leche o un producto gourmet que solamente se puede disfrutar in situ, porque hay que consumirlo fresco, la crema doble, son tan ricos que todo plato o producto gastronómico que tocan lo convierten en excelencia. La elaboración del chocolate es una cuestión de temperatura y batido, para que las moléculas cohesionen y se compacte bien. La masa se sirve en un bol a 45ºC y se remueve a mano, cuando cae a 30ºC el negro y a 28 el con leche, se le añade de nuevo caliente y se pasa a confeccionar las tabletas. Después, para saber si un chocolate es bueno, se cata con la vista, el olfato y el gusto, pero el oído también juega un papel fundamental, ya que el sonido que emite al partirse nos dirá si la calidad es buena. El negro, por ejemplo, sonará con un clac seco y un poco metálico.
En Interlaken, una ciudad privilegiada por su cercanía a hitos naturales como el Eiger, el Mönch o la Jungfrau, está Funky Chocolate, el establecimiento que hace talleres, explica todo lo referente a la elaboración del chocolate y el lugar en el que puedes hacer tu propia tableta… ¡Y firmarla! Otro modo de conocer bien el chocolate es visitar la fábrica de Cailler en Broc. Ellos explican con todo detalle el proceso de elaboración. La exposición es didáctica e interesante. Allí se aprende a distinguir los distintos tipos, la historia, se ve la factoría en funcionamiento, se catan los diferentes tipos y se conoce una de las tiendas de chocolate más estilosas.
El chocolate es, sin duda, una buena «pareja» para el vino y, además, pueden emparejarse perfectamente por su color para no fallar. A un chocolate blanco le va perfectamente un vino blanco de Valais de la variedad Chardonnay que aporta la acidez necesaria para limpiar el aceite de cacao, el principal componente del chocolate blanco. Y un chocolate negro se puede tomar perfectamente con un vino tinto, de sabor más intenso, para que aparezcan sus aromas y sabores a pesar de la intensidad en boca del cacao, tal vez un tinto de Syrah, también de Valais, puede hacernos pasar un rato inolvidable. Y si a este placer le aportamos la visión de un documental real sobre algunos de los mejores paisajes del mundo, el momento será mágico. ¡Viajeros al tren!
Documentales en vivo
La red ferroviaria suiza es muy extensa, tiene una buena frecuencia de paso y es más puntual que un reloj. Es, sin duda, el mejor modo de recorrer Suiza porque, además, llega a todos los lugares. El Swiss Travel Pass es el quid de la cuestión porque termina saliendo muy rentable. Este pase cubre los trenes, barcos y también los transportes públicos urbanos, y además permite entrar a 490 museos. Es ideal para disfrutar del viaje suizo y del espectáculo.
Suiza cuenta con algunos de los recorridos ferroviarios más bonitos del mundo. Es el país con la red más extensa por kilómetros cuadrados del mundo, y sus trenes alcanzan los rincones más inaccesibles gracias al sistema de cremallera, como el que arriba a la estación más alta de Europa en Jungfraubahn, a 3.454 m.
Y si no llega un tren habrá teleféricos o funiculares como el Verticalp, con una inclinación del 87%, para llegar hasta el embalse de Emosson, frente al Mont Blanc, y disfrutar de la gastronomía suiza a casi 2.000 m en el Restaurant du Barrage d’Emosson.
Estar sentado en la mesa, con los bosques a vista de pájaro a tus pies y los glaciares enfrente, al otro lado del cristal, es fantástico. Es posible que después de salir de allí se olviden los buenos platos que ponen, porque el panorama en días despejados es absolutamente increíble. Stendhal no habría sobrevivido en un viaje por aquí. Al mirar desde arriba, el profundo valle se ve repleto de bosques de coníferas; más arriba, la roca desnuda asoma y aún por encima, casi alcanzando el cielo, jugando con las nubes, el hielo cubre la roca… Este territorio pertenece a los glaciares, gélidos, extendidos como lenguas gigantes sobre las rocas con su aspecto rugoso y su típico color blanco grisáceo.
El Golden Pass Line, uno de los trenes panorámicos más impresionantes, es otra historia. Éste une Lucerna con Montreux y recorre lagos, valles, ríos, pueblos, etc. También sus paisajes abusan de las retinas. Son más verdes, azules y llanos que los blancos de las cumbres, pero alucinantes también. Al salir de Lucerna se divisa el monte Pilatus, un mirador natural, como tantas otras imágenes que pasarán por las ventanas del cinemascope ferroviario según se mueva. Pasará junto al lago Brienz para divisarlo y escudriñar, al otro lado del lago, la cascada de Giessbach. Este lugar es sensacional. Un barco cruza cada poco el lago desde la estación de tren y se sube en el primer funicular que se construyó en Suiza (data de 1879) hasta el hotel Giessbach, metido en un bosque, junto a la gran cascada y en un balcón natural sobre el lago Brienz. Y de ese nivel de belleza hay multitud de lugares.
Cada año mejora el vino
El vino de Valais, en el sur de Suiza, está muy rico pero su producción no es masiva y se lo beben ellos casi todo. La climatología suiza no es la mejor para elaborar vino, pero el microclima de la zona de Valais, favorecido por los vientos foehn que producen subida de las temperaturas y disminución de las precipitaciones, beneficia las necesidades del viñedo. Y además cuentan que, debido al cambio climático, cada año se nota un pequeño ascenso de las temperaturas medias, un descenso en las precipitaciones y una mayor insolación. Estos cambios provocan que poco a poco se vayan consiguiendo mejores vinos. Un mejor futuro vinícola parece estar más en estos territorios que en otros que hoy, sin embargo, son más propicios.
Algunas de estas botellas son verdaderas maravillas, la vinificación de la variedad Chardonnay nada tiene que envidiar a las mejores y más conocidas del mundo. Pero los vinos suizos no suelen viajar mucho: casi todos se consumen allí. Los tintos de Syrah o Pinot Noir también son cada año más interesantes y fáciles de encontrar. La situación de estos viñedos es muy curiosa, debido a los desniveles en que se encuentran, tapizando las laderas escarpadas, tienen que usar una especie de trenecito de cremallera para poder descender cargados con las cajas de la vendimia. Es increíble la adaptación al medio y la capacidad de aprovechar las virtudes del terruño que, plantadas casi en vertical, tienen estas viñas que, además, decoran el paisaje con una serie de líneas verdiblancas características de Valais.
No te puedes perder:
Navegar por la laguna subterránea de St-Léonard, la más grande de Europa.
- Cruzar el lago Brienz en barco hasta la cascada Giessbach, un espectáculo de la naturaleza. Y hospedarse en el hotel Giessbach, la guinda perfecta.
- Subir al lago de Emosson para ver enfrente el Mont-Blanc y conocer el funicular de dos cabinas más inclinado del mundo, el Verticalp.
- Subir a Harder Kulm desde Interlaken para ver uno de los mejores atardeceres helvéticos, mientras se tiene enfrente tres míticas joyas alpinas: el Eiger, el Mönch y la Jungfrau.