El subcontinente sudamericano tiene paisajes muy diversos y con mucho encanto, algunos son verdaderos paraísos. La Tierra del Fuego es uno de los más impresionantes, atractivos y, como muchos otros aquí, está originado por los Andes. El denominado «Fin del mundo» es un lugar muy singular porque tiene gran cantidad de islas, glaciares, bosques, fiordos… En definitiva, es el paisaje salvaje más austral fuera de la Antártida.
La estructura geológica fundamental de Sudamérica es la cordillera de los Andes, su columna vertebral, pero después de más de 7.000 km. la gran cordillera pierde su altura, su anchura y su enormidad, y se sumerge en el océano. Pero antes de perderse bajo las aguas aumenta su encanto y su belleza, formando islas, lagos, fiordos, glaciares y bosques de árboles que dan color y calor a un territorio oscuro, frío y rocoso. A pesar de su poca altitud pero debido a su alta latitud sur, 54º, la cordillera aún conserva glaciares blancos y elegantes que se asoman en los riscos, pero también temerosos de ser engullidos por un tiempo cada vez más cálido que nos acecha. Los Andes menguan, se hacen de proporciones más humanas y por tanto la montaña se siente más próxima, es más fácil subirse a ella, acariciar sus hielos, percibirla con intimidad… Los cerros de siluetas peculiares forman una especie de hemiciclo en el que se sitúa Ushuaia, la única ciudad argentina que se asienta al otro lado de los Andes. Ushuaia es la ciudad más austral del mundo y significa para los yámanas: la bahía que se abre al oeste.
En uno de estos cerros está el glaciar Martial que solamente dista 7 km. al noroeste de la ciudad, éste es el mejor balcón para disfrutar de unas vistas insuperables de la población y su entorno. Al llegar al estacionamiento hay un telesilla, aerosilla dicen allí, que te acerca un poco más, hasta un bosquecillo de lenga, un árbol autóctono de estas latitudes que forma bosques encantados, dignos de hadas y gnomos. Al salir de este boscaje se abre el circo glaciar. Un poco más arriba están los hielos perpetuos y menguantes del Martial, son 3 grandes glaciares de ladera que hace unas décadas formaban uno que cubría todo el circo. Estando sentado en las rocas erosionadas por el glaciar junto a los hielos y observando el paisaje el reloj se ralentiza, los minutos no pasan. El tiempo parece parase. Pasmado entre los hielos, escuchando el sonido ronco del viento y los crujidos internos del glaciar, se disfruta de las vistas del entorno. Aquí uno podría quedarse absorto y petrificado como lo hace el agua al convertirse en hielo. Es cierto, el tiempo para los ríos de hielo va mucho más despacio ya que su caudal solamente avanza unos pocos metros al año. La nieve caída en la cabecera de los glaciares puede tardar varias décadas o incluso siglos en llegar al final de su recorrido.
Allí abajo, junto al Canal Beagle, rodeada y admirada por montañas singulares como el cerro de los 5 Hermanos, el monte Olivia o el propio glaciar Martial se ubica Ushuaia con sus casitas de madera y chapa, una ciudad joven que se fundó hace 127 años, en 1884. Éste siempre fue un lugar inhóspito debido al relieve y al clima; la lejanía aumentó esa sensación de fin del mundo. Buenos Aires está a más de 3.000 km, y la escasez de medios de comunicación y transporte puso de su parte para que la distancia pareciese aún mayor. En aquel entonces el gobierno argentino decidió poblarla con la ayuda de un presidio, la llamada «Cárcel del fin del mundo«. Así, su población aumentó hasta pasar de los 50.000 habitantes actualmente. Solamente esta prisión tendría un capítulo aparte en la historia de Ushuaia, porque sus presos, reincidentes o peligrosos, eran en su mayoría lo que vulgarmente llamamos unos frikis de cuidado: El Petiso Orejudo era un asesino de niños y pirómano que empezó su carrera delictiva con 8 años o Mateo Banks que antes de matar a 7 miembros de su familia mandó al cochero a comprar los ataudes. Pero actualmente el récord lo ostenta el primero, El Petiso Orejudo, porque tiene una estatua en la entrada del presidio, una figura a tamaño natural dentro de él, una pintura tipo grafiti en la ciudad, una parada de autobús con su nombre y decorada con retratos suyos, además está enterrado en el cementerio con una de las mejores tumbas y, por si todo esto fuese poco, ¡venden imanes con su efigie! Recordemos que fue un asesino de niños. ¡Esta tierra sí es diferente!
A pocas millas naúticas, en el canal de Beagle, hay varios archipiélagos de islas despobladas de humanos pero no de aves o pinnípedos. Algunos de estos islotes están plagados de cormoranes, pingüinos o leones marinos. Aunque el más encantador de los islotes está en el archipiélago de Les Éclaireurs, allí hay un faro pintado en rojo y blanco que se ha convertido en el referente del canal. Una de las mejores sensaciones es capitanear una embarcación rumbo al faro y llevar el timón por estas aguas por las que pasó el Beagle, el barco capitaneado por Fizt Roy en el que iba Darwin, o en las que naufragó en 1930 el transatlántico Monte Cervantes tras chocar con Les Eclaireurs, afortunadamente de las 1.500 personas a bordo solamente murió el capitán y por decisión propia. Las corrientes submarinas de este canal son muy potentes y la nave deriva con gran fuerza, al timón se nota la inercia que toma el barco y lo ingobernable que puede llegar a ser en caso de que arrecie el mar de fondo. Cuando la mar empuja de verdad los barcos se vuelven cáscaras de nuez a merced de las aguas. Se viene a la mente aquel desastre de 1930…
La hélice forma una ola que deja una estela blanquecina en la que el faro rojiblanco se difumina en la lejanía. El llamado faro del fin del mundo va desapareciendo… Las aves que reposan en los islotes despegan siguiendo esa estela sabedoras de que pescarán algún pez. Entre todas ellas destaca por su magnificencia el petrel gigante, un ave de un metro y medio de envergadura que persigue al barco, casi lo acosa. Impresiona verlo de cerca, es inmenso.
Este canal se formó en la época glacial por dos lenguas glaciares de 1.200 m. de espesor que se abrieron paso a este y oeste respectivamente. La temperatura del planeta fue subiendo y los hielos retrocedieron poco a poco, así el nivel de los mares ascendió y los valles más bajos quedaron sumergidos y unidos. Ahora ambos fiordos forman el canal de Beagle.
En alguna de estas islas, por ejemplo en la isla Bridge, hubo pobladores precolombinos, los yámanas. Habitaban chozas de material vegetal, usaban canoas, se alimentaban de leones marinos y marisco e iban desnudos a pesar de las temperaturas tan bajas. El encuentro con el hombre occidental fue la mayor desgracia de los yámanas. Actualmente esta etnia casi ha desaparecido porque solamente queda una mujer octogenaria en territorio chileno, en la isla de Navarino. Ella es Cristina Calderón, la última yámana. Con ella se irá también el yámana o yangán, una lengua sin grafismos, así toda la tradición oral de una tribu se irá con el viento, pues nunca se escribió. No quedarán más que los recuerdos de otro idioma que tristemente desaparece de la Tierra.
Quizá esa riqueza que posee la zona en el mar sea el atractivo gastronómico de Ushuaia. La merluza negra o la centolla fueguina son los platos típicos que se pueden disfrutar. La centolla se prepara de varias maneras pero sin duda como ellos le dicen «al natural», simplemente cocida, es como mejor demuestra su sabor y textura. Sin duda para el tamaño que tiene, con patas pasa de unos 70 cm. de diámetro, es muy fina y sabrosa. Una cerveza Cape Horn, tipo Pilsen y local es una buena compañía para este plato de marisco. Esta cerveza presume de estar hecha con agua de glaciar y esa característica le aporta parte de su paladar. Es la bebida más adecuada que podemos encontrar para tomar con la centolla ushuaiense o con la merluza negra y, así, todo se queda en casa.
Estas aguas son de una riqueza exhuberante pero si miramos al firmamento aún nos sorprenderá más. La característica principal de estos cielos es el cambio. El mismo cielo no se mantiene ni siquiera por unos minutos y, por supuesto, es muy difícil prever qué tiempo hará en un rato. Es muy fácil que amanezca un día muy gris y totalmente cubierto de nubes lloviendo intensamente y que después sople el viento, se despeje a media mañana e, incluso, salga el sol y caliente. Pues aún esos cambios no lo son todo porque puede que por la tarde granice o nieve y aún le dé tiempo a mostrar un atardecer de colores rojizos con diferentes tipos de nubes antes de oscurecer totalmente. Luego en esa bóveda celeste austral plagada de estrellas, más bella y profunda que la septentrional, se podrá disfrutar fugazmente de la imagen de la Cruz del Sur o de las maravillas de la Gran Nube de Magallanes antes de que salga la luna o la cubran nuevas nubosidades.
Los reclusos de la cárcel construyeron un ferrocarril, bueno en principio era un xilocarril porque la madera de nothofagus abundaba en los bosques del entorno. El tren lo usaban para transportar los árboles talados, ya que la madera era la principal materia prima del lugar y que utilizaban tanto para la construcción de edificios como para hacer utensilios de uso diario. Actualmente esos bosques a los que iban los presos a cortar árboles forman parte del Parque Nacional de Tierra del Fuego que es otro de los encantos fueguinos. Los bosques llegan hasta la orilla del canal y caminando por ellos se escucha la percusión de algún pájaro carpintero o se ve asomar la cabeza de los curiosos leones marinos cerca de la costa. La mejor y más intensa experiencia que se puede vivir en estas playas pedregosas es bañarse. Sí, aunque parezca una locura, sumergirse cerca de esos leones en estas aguas gélidas y sosas, tienen más agua de glaciar y ríos que de océano, es la mejor guinda que se puede poner a la visita del fin del mundo.
La sensación que uno percibe en Ushuaia es la que nos ofrece la naturaleza. Es un lugar que ha estado caracterizado siempre por la escasez de presencia humana, a pesar de que los yámana llevaban varios milenios en la zona. Sin embargo, eran muy pocos y estaban muy integrados en la naturaleza hasta el punto de vivir en la Edad de Piedra y sin lenguaje escrito. Los hielos cubrieron toda esta región con más de un kilómetro de espesor hasta hace pocos milenios y su retrocesión nos ha ofrecido nuevos territorios en los que hoy se aprecia esa pureza de ser un paisaje reciente y con poca biodiversidad aún. Un paisaje rico y hermoso que se nos abrió al retirarse el hielo de la última época glacial. ¡Ojalá qué dure muchos años esa pureza natural!