Quienes conocemos La Rioja o la Ribera del Duero sentimos cierta nostalgia cuando nos acercamos al Valle de Napa en California, una zona privilegiada que se denomina «La Tierra del Vino» y que está repleta de viñas perfectamente alineadas y bodegas muy bien organizadas para hacer de la visita a la zona una experiencia en la que, en ocasiones, lo de menos es el vino. Pueblos que no son pueblos y que mueren al cierre de las salas de cata y bodegas, donde las tiendas se alinean en una sola calle…
Es como un parque temático, al que asisten cada día miles de personas que hacen su peregrinaje de una bodega a otra, de un castillo (Castle Winery) que no existía y se ha traído piedra a piedra, a otra bodega que cuenta con un teleférico (Sterling), pasando por una tercera (Beringer) que incluso ofrece a los visitantes música en vivo durante toda la visita. Los precios no son bajos, ni por la entrada a la bodega ni por los vinos que venden en las tiendas, aunque hay que reconocer que todas ellas están muy bien montadas. Y cuando hablo de nostalgia, se debe a que no hagamos en España algo tan sencillo como hacen los americanos, teniendo mas y mejores vinos…
Alojarse en Napa: conviene reservar con tiempo
Los hoteles y posadas de Napa son, en general, bastante caros y siempre están llenos, por lo que frecuentemente alojarse a unas millas del valle puede ser una buena opción de última hora, salvo que queramos arriesgarnos a encontrar alguna oferta de last minute, que también las hay, siendo muy recomendable reservar el alojamiento con tiempo, para disfrutar de un precio más razonable en Napa. Hay muchos moteles en la zona, como el Motel 6 en Farfield, donde por 80 dólares/noche podemos encontrar una habitación doble. Suelen ser establecimientos funcionales, sin servicio de restaurante pero con aparcamiento. Hay que tener en cuenta que prácticamente sólo se visita el hotel para dormir, ya que el resto del tiempo se está visitando bodegas.
Si no tenemos un hotel con desayuno, como es el caso de los moteles, siempre podremos desayunar en franquicias del estilo de Denny’s, clásico ejemplo de un dinner americano. No hay que asustarse con las cantidades, ya que es mejor hacer un desayuno contundente para aguantar el ritmo de las bodegas que, con un promedio de entre 4 y 8 vinos catados en cada una, si visitamos en una jornada tres o cuatro necesitaremos estar bien alimentados. En Denny’s está muy bueno el plato de huevos fritos en pan de queso cheddar con patatas rustidas y bacón. El desayuno con café sale por unos 8 dólares.
En Napa, según se entra al final de la primera calle (1331 1st St.) está el Centro de información de Napa, donde nos darán un mapa muy util con las bodegas, teléfonos, etc. La gente suele visitar las bodegas de sur a norte, lo que hace que siempre haya mucha gente coincidiendo en cada visita, y por ello lo mejor es empezar por las bodegas ubicadas más al norte e ir bajando, así podremos evitar algunas aglomeraciones. En el centro de información hay también una tienda con postales y otros objetos para amantes del vino.
Dispuestos a ir a las bodegas, tendremos que tener en cuenta que en algunas, sobre todo las más pequeñas, que suelen tener los mejores vinos, hay que reservar visita con o sin cata por adelantado. Las hay para todo los gustos, pero nos dejamos guiar por la experta mano de un gran conocedor de la zona: Luis Hurtado (Wine Educator de Duckhorn), para quién las más aconsejables, por tener los mejores vinos, son Chateau Montelena, Ladera, Viader, Cade, Ehlers, Duckhorn, Beringer, Joseph Phelps, Chappeller, Silver Oak, Cardinale y Baldacci, algunas de las cuáles están fuera de la ruta más comercial y otras requieren de reserva previa, pero todas ellas bien merecen la visita.
Qué visitar en la zona
En el trayecto de una bodega a otra nos encontraremos con diferentes poblaciones que en realidad no son pueblos como se entienden en España, sino más bien urbanizaciones residenciales con una calle comercial central y establecimientos vinculados al vino, como tiendas, salones de cata, bares, etc.
Tienen cierto encanto poblaciones como Yountville, con una calle principal y vides a ambos lados, además de casas y muchísimas tiendas de lujo, que son el reclamo principal de un lugar que cuenta con varios restaurantes muy atractivos, entre ellos el epicentro del reino de uno de los mejores cocineros de Estados Unidos: Thomas Keller, que tiene aquí su famoso restaurante The French Laundry, un gastronómico a 300 dolares el cubierto con dos meses de lista de espera y que cierra el famoso top 50 de la revista Restaurant. Afortunadamente, en la misma calle esta Bouchon, el bistró de Keller en el que por 60 dólares se puede comer una excelente cocina afrancesada, donde no faltan los mejillones en salsa con patatas fritas, la sopa de cebolla (aunque en mi opinión la hace mejor María Marte, en el Club Allard) o un sandwich Croque Madam bastante conseguido. Otro de los platos estrella: el tartar de salmón resulta, en mi opinión, muy insípido. Hay que reservar también porque está siempre lleno. No perderse los postres.
Puerta con puerta con el bistró se encuentra la Bakery del chef americano: Bouchon Bakery, con un excelente pan, bollería, macarons, pastas, eclairs de chocolate… La gente hace fila en la calle para entrar, da igual que una mini napolitana cueste 8 dolares o que un bizcochito de tres centímetros valga otro tanto, aquí en «happylandia» todo se vende si se sale un poco de lo normal (que suele ser bastante mediocre): un café, un pastelito de queso y un chocolate de Bouchon salen por unos 20 dólares.
También con encanto, Santa Helena, lugar de paso obligado en el camino hacia las bodegas del norte de Napa, abraza otra calle repleta de salas de cata, varias galerías de arte y una buena panadería, en este pueblo-calle que cierra, como Disneylandia, al anochecer. Hay, no obstante, un cine muy coqueto donde podemos ver una película y descansar un poco de tanto ajetreo.
La población que da nombre al valle vitivinícola es Napa y, aunque hayamos ido a recoger el famoso mapa, a Napa hay que volver principalmente a comer en alguno de sus múltiples restaurantes y también a tomar una copa en alguno de sus garitos, donde además de una completa oferta de vinos de la zona, hay actuaciones en directo y podremos disfrutar de música country interpretada por músicos entrados en años, pero con mucha solera. Uno de los sitios que tiene programación continua es Silo’s. El Napa Valley Festival del Sole celebra su décimo aniversario en la zona y tendrá lugar del 17 al 26 de julio, con muchas actuaciones y actividades gastronómicas.
Muy cerca, el chef japonés Morimoto tiene un local de cocina vista, a mitad de camino entre una disco de moda, after work y restaurante de cocina japonesa de lujo. Las mesas del exterior, con vistas al rio Napa, son una buena opción para alejarse del ruido. En su interior mucha gente guapa ve y se deja ver, mientras degusta excelentes sushis como el Chirashi, sopas de pato y otras excelencias, sin olvidar que hacen su propia soja y su propia cerveza. Lo último de lo último: los chupitos de sake, que disfrutan los más cool de la zona, entre el divertimento y el esnobismo, por supuesto a precios astronómicos.
Dos bodegas que representan el espíritu de Napa
Elegimos dos bodegas bien distintas: una efectista y otra de menor tamaño, para mostrar todo lo que podemos ver en Napa y que sea nuestra elección la que defina la experiencia:
Sterling, la bodega espectáculo
Sterling es un buen ejemplo de bodega efectista en la que no es necesario reservar, porque cada día pueden pasar por allí miles de personas. Según se entra se sube a la zona visitable de la bodega en un teleférico, desde donde se pueden disfrutar de unas preciosas vistas. A la llegada nos ofrecen una copa, que se irá rellenando con los futuros vinos que nos van ofreciendo y que el visitante se lleva a casa como recuerdo. El primero, 2013 Cellar Club Pinot gris (26 dolares), resulta bastante mediocre. El recorrido continúa a través de diferente terrazas, con preciosas vistas, y en cada rincón van sirviando a los visitantes los diferentes vinos incluídos en la experiencia, como un 2011 Napa Valley Merlot o el 2011 Limited release universary red blend (ambos también a 26 dolares botella y sin mayor importancia), continuando con un Malvasía blanca 2013 sin ningún equilibrio, para continuar con un imposible Rose «n» Blum Moscato rose. El personal atiende a las visitas con eficacia pero sin alma, tomamos los vinos bajo toldos a 35ºC y algunos están calientes y, por supuesto, todos ellos en la misma copa, que podemos enjuagar en agua, y no en el vino siguiente que hay que probar.
La última parada se hace en la planta de arriba, pasando por diferentes estancias de la bodega desde unos puentes superiores, un formato que resulta interesante y cómodo para ver la bodega a distancia. El pasillo que nos lleva al restaurante de la bodega cuenta con litografías de Renoir y de Picasso: es increíble. Por fin probamos los tres vinos de la bodega que se dejan beber: 2013 Celler Club Rosé (35 dólares); Cellar Club Cab Franc (40 dólares) y el Rutherford 2011 (55 dólares). Como no nos han dado ni un triste colín, pedimos algo para comer: una tabla de quesos, que tenemos que pagar por adelantado (25 dólares). La visita concluye con un paseo por la tienda, hay dos en la bodega, para seguidamente regresar al teleférico de nuevo y disfrutar de nuevo de las vistas durante la bajada. A la salida, decenas de personas hacen fila para entrar a ver la bodega. El precio de la entrada oscila entre los 30 y los 40 dólares por persona…
Sterling Vineyards
1111, Dunaweal Lane, Calistoga
Tel. 800-7266136
Duckhorn, donde el vino es lo importante
En las antípodas de la visita anterior se encuentra esta pequeña bodega, con producción limitada, que es una casa blanca con un amplio porche rodeándola, desde el que se ven las viñas, los jardines y las zonas de esparcimientos con mesas de madera, bancos, bellas flores… en un ambiente bucólico, casi provenzal. Tras abonar el importe de la cata previa reserva (30 dólares por persona) y una vez sentados en una mesa en el porche, llega una persona que se presenta, explica el origen de la bodega, reparte las fichas de cata, con todos los detalles y que harán las veces de de posavasos, y comienza la llegada de los vinos. Hay colines y te sirven daditos de queso, después nos traen aceitunas. La persona asignada a nuestra cata resulta estar vinculada a la bodega desde hace más de 15 años, con dos generaciones trabajando en el viñedo, conoce perfectamente los vinos y la historia, habla castellano y su forma de llevar la cata convierte una visita agradable en toda una experiencia enológica, al contrario del caso anterior. Se respira el vino, podríamos estar en un chateau frances o en la Toscana y, por primera vez, siento que podríamos estar en La Rioja, quizá en Elciego…
Pero volviendo a Napa, probamos un Sauvignon blanc 2014 bastante correcto, sin ser lo máximo, el Cabernet sauvignon 2011 un Three Palms Vineyard es un coupage exquisito, más complejo y untoso, al igual que el rector creek Vineyard. Y llegamos al excelente Merlot Three Palms Vineyard (95 dólares), considerado uno de los mejores Merlot del mundo. Terminamos probando, fuera de carta, The Discussion Napa Valley, nacido de la discusión de los dueños de la bodega con el enólogo sobre «el vino perfecto», y que se resolvió con un tinto fermentado en barrica 24 meses, que tiene un 62% cabernet Souvignon, 29% Merlot, 6% Cabernet Franca y un 3% de Petit Verdot. Es un placer alargar la conversación con un experto en vinos de la zona, entre viñas, con una buena copa en la mano (que te cambian cada vez que cambian el vino), rodeados de viñas y con el sonido de los pájaros. También se puede pasar por la tienda y comprar algunos de los vinos probados, con un descuento especial, o hacernos con recuerdos como un delantal o un libro de cocina.
Duckhorn Vineyards
1000, Lodi Lane, Saint Helena
Tel. 866 367 9945
En todas las bodegas si algún vino catado nos gusta especialmente y queremos un poco más, no tenemos más que pedirlo. El concepto de repetir ración en EEUU está muy arraigado, por eso en muchos restaurantes de comida rápida te venden el vaso para que rellenes el refresco siempre que lo desees.
En Napa todo el entorno está perfectamente adaptado para personas con movilidad reducida, en esto sin embargo no hay nostalgia…