Diego Fernández Pons, CEO de Wine Luthier, estaba convencido de que tenía que existir alguna forma de describir con precisión el sabor de cualquier alimento. Y la convicción, complementada con mucho trabajo e investigaciones, llevó a este ingeniero agrónomo y enólogo a desarrollar un sistema operativo que consigue dibujar objetivamente el sabor del vino. Esto es Wine Luthier.
Wine Luthier dibuja el sabor del vino
Ahora bien, ¿qué quiere decir eso de dibujar el sabor? Gracias a la inteligencia artificial, en Wine Luthier analizan 22 parámetros químicos de cada vino que llega al laboratorio. Una vez analizados, el vino se puede clasificar en base a cuatro ejes gustativos fundamentales: la acidez (crisp), el volumen en boca (mellow), el dulzor (sweet) y la solidez (grip). Una vez que se consigue clasificar el vino en base a esos cuatro parámetros, Wine Luthier consigue dar una respuesta objetiva a la pregunta «¿a qué sabe este vino?».

Visualmente esto se traduce en un eje vertical, donde se ubican la acidez y el dulzor, y un eje horizontal, en el que se posiciona la solidez y el volumen. En este gráfico se puede comprender el espectro gustativo que ocupa el vino analizado, dentro del Wine Positioning System. Dentro del programa que ubica cada vino dentro de la cuadrícula. Gracias a él se pueden comparar, en base a criterios químicos, una cantidad infinita de vinos.
Wine Luthier tiene ya en su base de datos más de 15 mil vinos entre los que poder posicionar y comparar sabores de forma precisa. Y, como bien explica Diego Fernández: «Lo primero es definir el sabor y luego ya todo lo demás«. Una sentencia que deja de ser pretenciosa en el mismo momento en el que se conocen la gran cantidad de aplicaciones que esto tiene a nivel de producción y consumo.
¿Para qué sirve Wine Luthier?
Poder posicionar una cantidad de infinita de vinos dentro de la misma cuadrícula permite comparar, entre vinos de diferentes bodegas pero también entre vinos de diferentes añadas dentro de la misma bodega. Por lo tanto, una de las aplicaciones principales es poder analizar los efectos objetivos y directos que tanto la climatología como la geología tienen sobre la vid, la uva y el vino que se produce. Asimismo, permite a las bodegas saber cuál de los parámetros gustativos es el que hay que corregir.

Diego Fernández es contundente: «No se puede decepcionar a un cliente solo porque haya llovido más ese año«. Lo que se debe hacer, según su parecer, es utilizar la tecnología que tenemos a nuestro alcance para modificar la acidez, el volumen, el dulzor o la solidez. Esto no implica añadir químicos, lo que significa es que en la actualidad existe tecnología y conocimiento suficiente para saber cómo afecta el riego, el momento de la vendimia o la maceración al producto final.
Que en España cada vez se bebe menos vino es incontestable. A ojos del CEO de Wine Luthier esto se debe a que los vinos se han complicado demasiado y se han alejado del consumidor final. El comprador de vino queda abrumado ante tanta variedad, ante etiquetas de un kilómetro de longitud, ante sabores con una cantidad de matices inasumible.

¿Significa esto que hay que volverse idénticos y aburridos? Nada de eso. Lo que Wine Luthier pretende con su sistema operativo es conocer cuál es el punto de equilibrio de cada vino que las bodegas quieren ofrecer. Del mismo modo, aspira a poner su conocimiento al servicio del consumidor. Un ejemplo vale más que mil palabras. Si a mi, que soy navarrica, me toca algún día visitar Murcia y no conozco ninguna bodega, Wine Luthier me ofrece una clasificación de vinos entre los que puedo escoger uno que seguramente me va a gustar porque objetivamente su sabor es parecido al de vinos hechos con uva garnacha.
La inteligencia artificial y el mercado del vino
«No se pretende estandarizar, sino potenciar todos los gustos posibles. Simplemente los describimos, para que el consumidor pueda escoger» explica DiegoFernández. La idea es exportar el valioso conocimiento que Wine Luthier genera al mercado del vino. Cuánto más se conozcan los gustos del consumidor, mayores serán las posibilidades de experimentar dentro de la bodega. A fin de cuentas, el vino se hace para que la gente lo compre.

Si se cruza la información gustativa de los vinos del Wine Positioning System con el registro de compras recurrentes de cada usuario, el algoritmo puede ofrecer al consumidor productos con los que la marca triunfará seguro. Asimismo, saber quién compra determinado tipo de vino permite definir un perfil. Saber, por fin, si es cierto eso de que a los jóvenes les gustan más los vinos afrutados o si la barrica tiene que seguir estando presente para llegar a este segmento poblacional.
Todo esto ha convertido a Wine Luthier en una empresa que ya trabaja en tres continentes, en menos de dos años en activo en el mercado. Gracias a los ocho años de investigación que hay detrás, han dado con una tecnología capaz de revolucionar la producción y el consumo de vino como hasta ahora lo hemos conocido. Quieran o no entenderlo los enólogos y catadores de prestigio internacional. Además, las pretensiones de Wine Luthier no acaban aquí, tienen la certeza de que este sistema de análisis del sabor se puede exportar al resto de alimentos. La fruta tiene muchas papeletas para ser lo próximo.