Antigüedad, elegancia y riqueza
Gante, en Flandes, Bélgica, fue fundada por el obispo san Amando en el siglo VII en la confluencia de los ríos Lys y Escalda. Durante la Edad Media, el comercio y la lana le dieron tanta riqueza que solamente era superada por París. De aquel esplendor la ciudad conserva multitud de casas góticas, con la típica fachada escalonada que hay por todo el casco antiguo y sobre todo en el Grasley, el antiguo puerto fluvial, donde varias fueron sedes de los principales gremios.
Actualmente el Grasley sigue siendo el punto neurálgico de la ciudad, en torno al cual gira la vida gantesa. Allí mismo está el puente de san Miguel, desde el que se tiene una perspectiva especial de este espacio junto al río y de las tres torres principales de la ciudad: iglesia de san Nicolás, el Campanario Municipal y la catedral; aunque existe una cuarta torre que es la de los Libros, del siglo XX y de estilo Art Nouveau, pero cae fuera del casco viejo.
Edificios, ríos, torres, canales y muchos detalles embellecen una urbe que hay que pasear perdiéndose por sus calles y plazas, disfrutando de los mercadillos y buscando miles de detalles que fotografiar. Incluso es posible ver a unos novios casarse en la Capilla Nupcial del laberíntico ayuntamiento, cuyo origen data del siglo XVI y consta nada menos que de 51 estancias.
Un gusto centenario
Gante es la capital de las azaleas y también lo ha sido de las begonias pero, sobre todo, lo es de la decoración floral. Lo es sin duda y no es algo nuevo, porque en el siglo XV Hubert van Eick fue contratado para pintar un cuadro, más bien un políptico, que es un retablo titulado Adoración del Cordero Místico, una obra de arte única con una complejidad técnica digna de los mejores cuadros de la historia del arte, y que se ha convertido en uno de los símbolos de la ciudad. Hubert falleció en 1426 y su hermano Jan fue quien lo terminó.
La obra tiene unas grandes dimensiones y, sin embargo, está pintada con tanto detalle que tuvieron que ser usados pinceles con un solo pelo, como si de una miniatura se tratase, a pesar de sus dimensiones. El valor del cuadro trasciende la calidad artística, pues lo más importante del políptico es su influencia en la cultura floral: es el antecedente más antiguo del gusto gantés por las flores y sus composiciones, porque en esta obra de arte aparecen al menos 42 especies distintas y se pueden diferenciar perfectamente.
Actualmente el antiguo convento de Carmelitas Calzadas de Gante, el lugar en el que estuvo Juana La Loca embarazada del futuro emperador Carlos, es el centro de interpretación de la Adoración del Cordero Místico. Una visita imprescindible para conocer la obra y apreciar todas las especies botánicas que pintó Jean van Eick hace casi 600 años… Cuando allí nació Carlos I de España y V de Alemania, ya hacía muchos años que les gustaban las flores y sabían mucho de ellas.
Industrial versus floral
La vida en las calles, frecuentar los bares y sentarse en las terrazas es una actividad habitual para los ganteses. Salen, pasean, se toman una cerveza… Se les nota un cierto garbo al caminar y elegancia en el vestir. Se aprecia que fue un núcleo importante de la industria textil durante el siglo XIX, época de la que quedan muchas factorías reconvertidas, por ejemplo en hotel, como el Ghent River, al que se puede acceder por barco.
La etapa decimonónica dejó otra construcción singular que se usa como escenario floral en el vistoso festival de las fores: Floralias. Se trata de una antigua estación de tren que fue diseñada por Gustav Eiffel para ser llevada al antiguo Congo Belga, pero nunca albergó el vapor ni los humos del ferrocarril, sino flores. Se quedó en Gante y cada vez que «florece» se convierte en un espacio mágico pintado de colores y con un ambiente aromatizado por azaleas, orquídeas, etc.
Síndrome de Stendhal
Floralias no se luce en cualquier escenario: busca el máximo contraste, y ese hándicap le va divinamente. Por eso brillan, decorando el interior de la iglesia de san Pedro y alumbran su claustro con efímeras esculturas florales. También contrasta ocupando un espacio militar acostumbrado a desfiles y fusiles. Los pétalos iluminan el patio del cuartel de Leopoldo, entre figuras mitológicas de gran tamaño y jardines verticales imposibles. Esa discordancia acompasada por los colores impacta mientras los objetivos se ponen histéricos y no paran de parpadear inmortalizando imágenes…
Se observa, se admira y no se cree que tanta belleza pueda estar ahí y que además sea superada en la siguiente instalación floral. Hasta las fuentes de las calles tienen mucha clase, con su sitio, abajo, para dar agua a los perros: en el recipiente principal beben animales de tiro, las personas abren el grifo, y la parte alta es para los pájaros.
A Stendhal le sobrevino un empacho de belleza en Florencia: al salir de la Santa Croce se sintió mal, apenas podía caminar. Tanta beldad le había abrumado. Ese cuadro médico provocado por el exceso de belleza se diagnostica como síndrome de Florencia o de Stendhal. El sensible escritor no podría haber vivido tampoco en Gante.
Flores para dar y tomar…
En Flandes cualquier excusa es buena para tomarse una cerveza de esas tan ricas que hacen allí. La cerveza Strop es de Gante y se nota en su etiqueta, que lleva la imagen de una cabeza con una soga al cuello. El significado de esa soga hay que buscarlo en la historia; en la humillación que sufrieron los ganteses tras rebelarse por no querer pagar los abusivos impuestos que les impuso el emperador. La trágica situación acabó con muchos hombres con la soga al cuello pidiendo clemencia para no ser ahorcados.
La cerveza también es ideal para comer o cenar. Bélgica se caracteriza por tener la calidad de la cocina francesa y la cantidad de la alemana. Y después de disfrutar de las flores, admirarlas, sentirlas y olerlas se hace necesario catarlas. El restaurante Lof ofrece dos menús de flores. Es un comedor elegante, bien servido y con unos platos aromáticos, estéticos y sabrosos. Son sutiles homenajes a las flores en el plato.
Y de postre, a media tarde o incluso a media mañana, un gofre es un tentempié muy flamenco. Los mejores gofres se sirven en la cafetería Max. Suficientemente grandes, muy variados y de buena calidad, no se puede pedir más… O sí, se puede pedir más: un café y, a poder ser, en una cafetería especial.
A principios del siglo XIX ese gusto por las flores se materializó en una exposición de 48 m2 en el Café Frascati. Allí empezó todo lo que hoy vemos en Floralias. Esa elegante demostración de color y formas, que ahora necesita cuatro escenarios y miles de metros cuadrados, comenzó de un modo íntimo, hace más de 200 años, en un café.
No te puedes perder:
- Visitar el Grasley por el día y por la noche, la iluminación le da un aspecto espectacular. Y buscar la foto de las tres torres desde el puente de san Miguel, junto al Grasley.
- Tomarse una Strop en una terraza disfrutando del ambiente de la ciudad y si puede ser un gofre en el establecimiento Max.
- Visitar los mercadillos que ponen en las plazas pues, además de ser muy típicos, son muy coloridos e interesantes.
- Subir a una de las cuatro torres para disfrutar de unas vistas de la ciudad desde la altura que resultarán inolvidables.